miércoles, 1 de octubre de 2008

envejezca decentemente. por Mafud Massis


Un poeta de mi generación, herederos de poetas malditos, me dijo al cumplir los cincuenta años: “Ahora me toca morir. A ti también te queda poco”.

Se me pararon los pelos. Nunca había sacado mis cuentas. Cumplía irresponsablemente, sin mirar el calendario. Realizaba proezas indignas de mi edad respetable, sin pensar que un infarto podía enviarme a freír albóndigas a la caldera de San Pedro.

El poeta maldito murió al poco tiempo. Ha pasado un cuarto de siglo y ahora estoy convencido que el mejor antídoto contra la vejez es la mala memoria. La muerte dice: “Este tonto no se acuerda que debe morir”, y pasa al siguiente de la lista. Esa es la gente que se muere de repente. Nadie a dicho hasta ahora que la muerte es una señora sumamente estúpida.

El ser humano vive de esquemas. (Pienso que es mejor tener un eczema que un esquema). Piensa; a los 20 soy joven, a los 30 menos joven, a los 40 casi viejo, a los 50 un viejo, a los 60 un pobre viejo bueno para la basura. La prensa nos ayuda a envejecer prematuramente con titulares como: “Anciano de 45 se ahorca con la correa de los pantalones” o “pureto de 39 todavía aspira al amor”. Cosas que gangrenan el alma.

Es el drama de nuestra Psicología latinoamericana. De pueblos explotados, sumisos y hasta dementes. Mientras un gringo juega al tenis a los 75, nosotros los pobres latinos, a los 50, estamos pidiendo prestadas unas muletas para llegar al cementerio más cercano.

Para mi hay algunas cosas claras: los perezosos, los ignaros, los individualistas, los sin imaginación, los envidiosos y los imbéciles envejecen antes que los seres inquietos y generosos. Los avaros suelen ser carcamales prematuros y macabros. Es verdad que todos nos arrugamos con el tiempo. Pero cada quien tiene las arrugas que se merece. Hay arrugas tiernas y bondadosas, arrugas inteligentes, arrugas simpáticas, que deberían vender en las farmacias para ponérselas en la cara como maquillaje. Hay arrugas hermosas en el rostro del rebelde, del iconoclasta, del ser sensitivo y profundo. Pero también hay arrugas estigmatizantes y feroces, arrugas malditas, cuyo trasfondo produce terror. Escribió Bernard Shaw: “Todo individuo es responsable de la cara que tiene después de los cuarenta años…”

La juventud es un modo de ser, un estilo existencial, que deberá apagarse solo cuando se apaga el espíritu Y el espíritu es el ultimo en apagarse. Ni Picasso ni el loco de Salvador Dalí, ni Casals, ni Aristóteles nunca fueron viejos. Ni Miguel Ángel que, nonagenario, andaba todavía a martillazos con las piedras.

La juventud se conquista. Y quien no es un conquistador, será un anciano desde su nacimiento.

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